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El madroño, el favorito de Pepe Plana

by Redaccion
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Desde el momento en el que plantas un madroño en el jardín, su carácter da un vuelco, un giro inesperado: estás en el buen camino para conseguir eso tan deliciosamente nuestro y bello que es un jardín mediterráneo. De golpe te encuentras en los Picos de Europa, en el Monte de El Pardo o en el Alto Ampurdán. Y te encuentras también acompañado de un arbusto o de un pequeño árbol bello, de follaje persistente, florífero y fructífero. ¿Hay quién dé más? Pues, nada, solo que el madroño es para el mejor jardín mediterráneo.

Por Pepe Plana
Fotos de Covadonga Gala e iStock

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Un poco de historia

El boom de la «jardinería privada» en España no llegó hasta los años setenta del pasado siglo. En los últimos sesenta apuntaba formas, pero fue en los setenta cuando muchos de nosotros pudimos acceder a eso tan especial, tan exclusivo, tan mágico como es la vivienda unifamiliar, el chalé, la parcela… ¡el jardín! De momento, en el mercado había poco donde escoger, la producción era escasa y poco variada, aunque recuerdo sensacionales viveristas y jardineros.

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El término paisajista no existía aún, pero no hacía falta porque no he conocido gente tan sabia y experta como esos empresarios-diseñadores de jardines de entonces, mis maestros. Así mismo, los viveristas tan buenos con producción propia multivarietal (había que cultivar de todo) como los de entonces. Y todo con los conocimientos y medios de entonces, «los de a bordo». No existían ordenadores para crear planos semiartificiales como los de ahora en diez minutos, solo tableros de dibujo y tiralíneas. No existía, o
era carísimo, el césped en tepes ni las máquinas sembradoras… Solo existía el saber tirar la semilla a voleo con arte sobre calles dibujadas con mantillo, las gravillas de colores estaban en mantillas y los acolchados no se conocían. En fin, la prehistoria del jardín unifamiliar, divertida, fecunda, excitante.

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La jardinería inglesa lo dejó fuera

Pero, desgraciadamente, muchos jardineros de entonces con poca imaginación y necesidad de trabajar y cobrar con rapidez, poco o nada conocedores de las leyes de la sostenibilidad y el medio ambiente, adoptaron una fórmula de decoración poco menos que nefasta, pero muy fácil de acometer: la jardinería inglesa. Establecían una base tapizante de pradera de césped, algunos árboles poco adecuados en grupitos, algún macizo de flores generalmente de temporada… y mucha agua para regar todo ello. La insostenibilidad y falta de naturalidad hecha jardín, vamos.

Había que cambiar el chip y hacer una jardinería más diversa

Comenzaron a saltar las alarmas por el excesivo consumo de agua regando miles y miles de metros cuadrados de césped. Recuerdo que todo empezó con los regadíos de La Mancha, a base de esquilmar el acuífero 23 –regando alfalfa que sustituyó a los cultivos de secano– perdiendo sus 100 metros de profundidad con rapidez, llegando a casi desecar Las Tablas de Daimiel… Era un verdadero mar subterráneo.

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Además, la excesiva utilización de abonos minerales, de los que el césped es un consumidor ávido y que acaban resultando nocivos para la tierra; la falta enorme de biodiversidad en las plantaciones de jardinería (se utilizaban 4-5 especies arbóreas, 4-5 especies de cespitosas y 4-5 especies de anuales)… daban una pista de que había que cambiar el chip, había que pasar a una jardinería más diversa, respetuosa, menos consumidora de recursos.

Y llegaron las autóctonas,… como el madroño

Y en esto tuvieron mucho que ver especies autóctonas y poco exigentes como los viburnos, las hortensias arbóreas, los acebos, los laureles… ¡y desde luego los madroños! nuestra favorita de hoy. La jardinería con la menor cantidad de césped posible (con super cies enarenadas, engravilladas o en tierra batida); con sistemas de riego localizados (goteo, exudación, microdifusión); abonando con poco abono mineral y mucho orgánico; dejando incluso zonas del jardín incultas o asilvestradas; y, desde luego, plantando especies resistentes, que no tienen por qué ser autóctonas, pero sí bien aclimatadas a nuestros climas y tierras… ¡era la solución!

A partir de esos conceptos llevados a la práctica, nuestro madroño dejó de ser una planta muy cara y escasa para formar parte de todos los catálogos de los viveros… ¡y a buen precio! Ya no hay límite para su uso.

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Un arbusto muy interesante

Dando una vuelta por climas mediterráneos (hay varios: no es lo mismo el mediterráneo de Gerona que el mediterráneo de Extremadura o que el de Madrid, por ejemplo), podemos observar los hábitats favoritos del madroño. Lo vemos bajo encinas o alcornoques, con la influencia según la comarca de pinos piñoneros, negros o marítimos, junto a especies de ribera como la salguera o el saúco, en suelos no demasiado ricos, con temperaturas no demasiado extremas…

¡Flores y frutos a la vez!

Con imitar eso en tu jardín, de alguna manera, los madroños serán felices junto a ti. El madroño (Arbutus unedo), con fama de frutos que emborrachan pero que nadie se ha emborrachado con ellos, otoñales, en baya, rojos, granulados, no demasiado dulces pero agradables, bellos, esféricos, de tamaño considerable. Con hojas persistentes, verde claro, aserradas, algo coriáceas, algo brillantes.

Con flores deliciosas, otoñales, blancas, con forma de ollita invertida (no en vano se trata de una Ericácea)… y forma asimétrica (no trates de podarlo en bola porque sería horrible y antinatural), libre, sinuosa, muy estética. Su tamaño varía con la zona y exposición que le toque. Más grande y potente en la sierra, más achaparrado en planicies cálidas y soleadas (aunque no soportaría en ningún caso estar a pleno sol. Atención, es una especie feliz a la sombra o sol-sombra). Como ves, tanto las flores como los frutos son otoñales, ¡contarás con ambos a la vez en tu ejemplar! Esa es la verdadera rareza del madroño.

SUS 6 CUIDADOS BÁSICOS
En el jardín

CREA UN SOTOBOSQUE. El madroño es el arbusto de sotobosque por antonomasia. En sus hábitats normales, se encuentra a la sombra de alcornoques, pinos piñoneros, etc. En tu jardín, crea para ellos algo similar, plantándolos bajo especies arbóreas altas que los sombreen de forma ligera y enriquezcan su suelo.

RECOGE LOS FRUTOS. Además de que pueden servirte como base para numerosos platos, confituras y hasta licores, los frutos del madroño deben ser recogidos para que no segreguen etileno en las inmediaciones del ejemplar, con la siguiente caída de ores y merma de la producción al año siguiente.

NO LO RECORTES, PÓDALO. Pocas cosas son tan infelices como los madroños recortados a modo de ejemplar topiario, de seto formal, de forma geométrica simétrica… un madroño debe podarse cortando las ramas gruesas deformantes y despuntando las que se desgarben. Solamente eso.

En la terraza

• PLÁNTALO EN GRANDES RECIPIENTES. Los madroños soportan mal las estrecheces radiculares. Lo más aconsejable es recurrir a grandes recipientes (la terracota combina bien con esas hojas coriáceas), y si puede ser, redondos.

OJO CON EL SUELO POROSO. A pesar de que el madroño mal drenado se ve atacado con rapidez por royas, no interesa nada plantarlo en macetones con sustrato envasado demasiado poroso, como la turba. Si compras este tipo de material, mézclalo con suelo de tu jardín. No ama el terreno ácido, así que cualquier tierra le sirve.

• POCO SOL, PERO… te hemos dicho que el madroño es una especie de sotobosque, es decir que no le gusta el pleno sol. Pero en una terraza la cosa cambia. Procura que reciba sol en algún momento del día, preferentemente por la mañana.

pepe plana

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