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La favorita de Pepe Plana: las clemátides

by Redaccion
clemátides

Seguro que cuando piensas en una trepadora, piensas en la que cubre paredes enteras con su follaje y verdor. Un ejemplo es la hiedra, parra virgen o pasiflora. O, quizá imaginas la que se llena de flores coloristas en manchas increíbles, como la glicinia, el jazmín chino, la buganvilla… Las clemátides (Clematis) no van de eso. La mayor parte de ellas ofrece flores increíbles, maravillosas… pero en pequeñas cantidades, dosificándose a lo largo de la primavera. Hay especies del género autóctonas y de gran envergadura, pero generalmente faltas de color y estética para nuestros jardines.

Texto: Pepe Plana
Fotos: Covadonga Gala e iStock

Con sus pétalos satinados transparentes, necesario para que capten la luz, y su corazón de estambres coloreados que se transforman en seda con el fruto, las flores de las clemátides son unas grandes seductoras. Codiciadas desde hace más de siglo y medio por los jardineros, han producido un impresionante número de híbridos de formas cada vez más anchas y colores de una rara intensidad. Se han impuesto como los más vigorosos de entre los grandes clásicos del jardín. Sería una pena reducir la palabra clemátide a esas corolas grandes y preciosas de la Clematis alpina, que se mueven bajo la brisa de mayo. También sería una pena que al decir clemátide pensáramos solamente en los pétalos que parecen ecos de la Clematis orientalis, atravesando las brumas del otoño. Y desde luego no debemos circunscribir a la clemátide a los racimos perfumados de Clematis armandii que, oh, maravilla, se hacen notar en medio del desierto invernal.

Todas estas maravillosas flores se abren en ramas sarmentosas, más o menos flexibles, más o menos leñosas, según las especies. Algunas de ellas trepan con rapidez y superan los cinco metros. Otras, que podemos denominar herbáceas, no forman corteza en absoluto y permanecen en el suelo como vivaces. Y todavía tienes alguna más, poco hibridada, que ha conservado su forma natural y las exigencias de su medio original, de tal manera que las flores se relevan en las sucesivas estaciones.

CUIDADOS BÁSICOS
LA PLANTACIÓN

Mejor en otoño. Para que vaya sobreviniendo la temporada de vegetación de modo suave y efectivo, las clemátides deben plantarse en otoño. Eso sí, protegiéndolas con acolchados y en lugares no demasiado expuestos a las heladas. De este modo, brotará a principios de primavera sin sobresaltos, en ejemplares bien arraigados.

EL EMPLAZAMIENTO

Sol, pero… A la mayor parte de las clemátides les gusta el sol, pero evita los muros demasiado calurosos, sobre todo en todo el sur. En cualquier caso, ofréceles algo de sombra plantando arbustos de desarrollo moderado (viburnos, árbol de Júpiter…).

EL TERRENO

Rico y mullido. La tierra debe ser rica, bien mullida, aligerada con arena si fuera necesario.
En terreno compacto, coloca una capa de gravillas no calcáreas a 50 cm de profundidad. Todos los años, a principios de la primavera, aporta estiércol o mantillo enterrado en superficie.

EL RIEGO

Siempre necesario. Las clemátides son especies de zonas húmedas y no permiten quedarse con
el terreno seco. Su recuperación tras una mustiedad es lenta, difícil, torpe… Lo ideal es instalar un sistema de riego por goteo y hacer que mantenga el suelo siempre ligeramente húmedo.

LA MULTIPLICACIÓN

Difícil, ideal el acodo. Multiplicar clemátides mediante semillas o esquejes no es tarea fácil. La viabilidad es bastante escasa y eso obliga a contar con gran cantidad de material vegetativo a multiplicar. En cambio, si encuentras tallos rastreros en su base que hayan emitido raíces, la propagación será segurísima.

clemátides

NO TODAS SON TREPADORAS

Decir clemátides no es, en todos los casos, decir trepadoras. Por ejemplo, las herbáceas, con su buque insignia xjackmanni a la cabeza, permanecen a ras del terreno o enraízan con facilidad sus tallos a modo de acodos. Las más resistentes, Clematis integrifolia, Clematis recta y Clematis heracleifolia, tienen porte de plantas tapizantes y decoran el pie de los arbustos, las vivaces grandes o los rosales. Florecen abundantemente desde mayo o junio. La más extendida de las tres es la clemátide recta, que desprende un agradable perfume. Otras como Clematis marmoria o Clematis carmanii resultan más frágiles, pero son tan bellas…. Puedes cultivarlas como pequeñas vivaces por la delicadeza de sus flores primaverales. No soportan el frío y suelen necesitar, en muchos casos, acolchados en invierno.

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