Por Pepe Plana
Fotos de Covadonga Gala e iStock
El ciclamen cuenta con un diseño tan asimétrico y elegante que va bien en todo sitio. Esta flor (Cyclamen persicum) se ha utilizado en España desde siempre como planta de interior, cuando en todo el centro de Europa lo veíamos decorando calles y plazas en pleno invierno. Aquí, solo podíamos comprar el ciclamen forzado y proveniente de invernadero, pero ya lo tienes para exterior, y se empieza a ver en las calles de nuestras ciudades. ¿Para cuándo en tu jardín?
¿CÓMO ES EL CICLAMEN?
El ciclamen es una especie tuberosa, eso quiere decir que puede vivir varios años, incluso muchos, junto a ti. De hecho, si plantas un macizo de estas bellezas en tu jardín, a la sombra y en suelo ligeramente ácido, podrás naturalizarlo y contemplar su aparición cada primavera. Para ello el terreno no debe ser excesivamente frío y, en todo caso, conviene acolchar con una generosa capa de cortezas u hojarasca.
De ese tubérculo en forma de boina emergen tanto las hojas como las flores. Las primeras son acorazonadas y circulares, jaspeadas al más puro estilo marmóreo. Las flores, que son su máximo atractivo, son asimétricas, con unos pétalos en forma de alas que recuerdan a las de las leguminosas y que terminan cayendo sobre el pedúnculo; realmente exóticas, originales y muy modernas y decorativas. Su color, desde siempre, ha sido muy monótono. Se trataba del “color ciclamen”, un rosa pálido tremendamente bello y evocador, pero actualmente los obtentores han conseguido una paleta de tonos muy amplia, con bellísimos rojos, jaspeados, violeta…
Al tratarse de una especie de día corto, su oración comienza en otoño, que es cuando llega a las floristerías y viveros cada temporada, y se alarga hasta primavera. Así que puedes encontrar con frecuencia macizos de ciclamen en los fríos inviernos europeos.
LAS CLAVES BÁSICAS
Pero, ¿por qué el ciclamen es una planta tan difícil? ¿Por qué cada año termina la mayoría en el cubo de basura o, mejor o en el silo de compost? Entre la flor de Pascua (Euphorbia pulcherrima) y esta preciosa planta primulácea de origen griego y sirio, se reparten la dudosa hazaña de causar casi todos los desánimos entre los aficionados verdes. ¿No podríamos hacer algo por evitarlo? Vamos a intentarlo. Vamos a tratar de cultivar ese maravilloso ciclamen que hemos comprado en la floristería de la esquina por media docena de euros (tal vez algo más, dependiendo de
la presentación) para que permanezca entre nosotros el mayor tiempo posible. Estas son algunas claves:
1. Ojo con la calefacción
Lo compramos en plena floración, en otoño- invierno, procedente de un invernadero frío, es decir, prácticamente sin calefacción. Por lo tanto, una primera razón para el fracaso es un interior caldeado. Sus hojas amarillearán y se caerán.
2. Riego desde el plato
Como buena planta de cogollo, detesta los riegos por arriba. Si no quieres que se pudra o le ataquen los hongos, debes regarlo colocándolo un ratito sobre un plato con agua, hasta que la haya absorbido por capilaridad.
3. Respeta el estado de reposo
Cuando todas sus flores se hayan pasado, comenzará a marchitar también las hojas. Este es el momento que marca el comienzo de su periodo de reposo, en el que hay que eliminar todo, hojas y flores, marchitas o no. Y dejar prácticamente de regar (solo de vez en cuando para mantener el sustrato cohesionado) hasta que, al cabo de un mes o mes y medio, comience de nuevo a brotar su tubérculo. En este momento es en que inicia otro ciclo vegetativo que le puede llevar, un año más, al apogeo (moderado) tanto en follaje como en floración.
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